¿Me quieres?, no me quieres. ¿Me quieres?, no me quieres...
Igual que una niña pequeña, me hacía esa pregunta.
Tú acudías a mi mente; tus ojos, tu mirada, tu sonrisa...
Sin darme cuenta, una lágrima empezó a resbalar por mi mejilla, seguida de muchas más.
¡Qué tonta!- Pensé. Pero lo cierto es que no podía parar de llorar.
Y allí estaba yo, sentada en la húmeda tierra envuelta de flores, deshojando una margarita mientras mis lágrimas caían.
Levántate y se fuerte, no paraba de repetirme esas palabras, pero lo cierto es, que en aquellos momentos no tenía ni fuerzas, ni ganas para hacerlo. Así que allí me quedé desahogándome de mis penas donde nadie pudiese oírme.